Los últimos meses han traído acontecimientos trágicos que han ampliado la brecha racial en los Estados Unidos. Un aire de sospecha y desconfianza acompaña a una pérdida de confianza en el sistema de la ley y la justicia. Los manifestantes han tenido protestas contra el uso de fuerza excesiva por parte de algunos agentes de policía.
El movimiento “Black Lives Matter” ha organizado protestas contra la discriminación racial, la muerte de personas de color en manos de la policía, y la desigualdad racial en el sistema de justicia criminal.
La nación ha retrocedido en el asesinato de agentes de policía por hombres armados. Debemos repudiar los actos de violencia contra cualquier persona, en particular los agentes de policía, quienes arriesgan sus vidas todos los días para proteger la seguridad de los ciudadanos. Los hombres y mujeres en azul merecen nuestro respeto y agradecimiento. El Presidente Barack Obama dijo: “Un ataque contra nuestra policía es un ataque contra todos nosotros. No hay necesidad de un lenguaje inflamatorio. Tenemos que bajar nuestras voces y abrir nuestros corazones el uno al otro.”
Al mismo tiempo, también hay que prestar atención a las preocupaciones urgentes de las personas Afroamericanas. Hasta el punto de que existe alguna parcialidad o prejuicio racial que afectan las decisiones o el desempeño de su trabajo de cualquiera de nuestros servidores públicos, nosotros como sociedad debemos actuar para erradicarlo.
Este momento crítico en la historia de nuestra nación nos llama a que todos nosotros hagamos un examen de conciencia de nuestras propias actitudes personales acerca de la raza. En lugar de tomar partido en una discusión entre “black lives matter” y “blue lives matter,” sería mucho más constructivo el reflexionar en oración sobre nuestra propia acción o inacción que perpetúa la división o la desconfianza.
Por ejemplo, podríamos preguntarnos, “¿Cuándo fue la última vez que compartí una comida, una conversación, o una oración con alguien cuya raza es diferente de la mía?” “¿Dónde está el racismo en mi corazón?” “¿Acaso incluye mi uso de humor chistes que son racialmente insensibles?” “¿Cómo respondo cuando escucho a alguien hacer un comentario racial injusto?” “¿Hay alguna manera de que yo he sido cómplice, ya sea consciente o no, en una dinámica de aislamiento racial o desconfianza?”
Este es un momento en el que tenemos que tomar la iniciativa de construir relaciones auténticas con los miembros de otras razas. Podemos abrir puertas de amistad a través de las líneas raciales por medio de gestos sencillos e invitaciones.
Por ejemplo, en muchas comunidades por todo el país, ha habido recientes reuniones entre agentes de policía y residentes locales para discutir las preocupaciones y conocer mejor el uno al otro. En estos encuentros cara a cara, los participantes reconocen los desafíos y los enfrentan con respeto mutuo y un compromiso al bien común.
En este momento de tensión, el diálogo y la conversación honesta contribuyen inmensamente a la construcción de puentes entre los diversos elementos de nuestra sociedad. En lugar de añadir más leña al fuego del conflicto, debemos actuar de una manera que genera empatía. Debemos tratar de apreciar el hecho de que este oficial de policía, o este hombre Afroamericano joven, es un verdadero ser humano con familia, con amor, con esperanzas, con sueños y con relaciones. Esta persona es amada ante los ojos de Dios. Este es mi hermano.
Haremos bien en recordar las palabras de la Escritura en Gálatas 3:28, donde St. Paul dice, “No hay ni Judío ni Griego, no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; todos ustedes son uno en Cristo Jesús.” La Iglesia es el Cuerpo de Cristo, y como tal, la Iglesia debe servir como un instrumento de la unidad y la paz en nuestro mundo.
En 1979 la declaración de los Obispos Católicos de los Estados Unidos sobre el racismo, Hermanos y Hermanas de Nosotros, dice, “El racismo es un pecado; un pecado que divide a la familia humana, borra la imagen de Dios entre los miembros específicos de esa familia, y viola la dignidad humana fundamental de los llamados a ser hijos de un mismo Padre. El racismo es el pecado que dice que algunos seres humanos son inherentemente superiores y otros esencialmente inferiores a causa de su raza. Es el pecado que hace que las características raciales sean el factor determinante para ejercer los derechos humanos. Se burla de las palabras de Jesús: “Trata a los demás como quieres que te traten.” De hecho, el racismo es más que un desprecio por las palabras de Jesús; es una negación de la verdad de la dignidad de cada ser humano que se revela por el misterio de la Encarnación.”
Necesitamos la ayuda de Dios para enfrentar el racismo y la desigualdad. Por favor, únanse conmigo en oración por la unidad y la paz en nuestra sociedad. La oración de San Francisco de Asís es particularmente apropiado para nuestra situación actual.
La Oración de San Francisco de Asís
Señor, haz de mi un instrumento de tu paz. Que allá donde hay odio, yo ponga el amor. Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón. Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión. Que allá donde hay error, yo ponga la verdad. Que allá donde hay duda, yo ponga la fe. Que allá donde hay desesperación, yo ponga la esperanza. Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz. Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.
¡Oh, Divino Maestro! Que no busque tanto ser consolado, cuanto consolar; ser comprendido, cuanto comprender; ser amado, cuando amar. Porque es dándose como se recibe, es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo, es perdonando, como se es perdonado, es muriendo como se resucita a la vida eterna.