En tan sólo unas semanas, nosotros, los ciudadanos de nuestro país, seleccionaremos nuestros líderes, desde el presidente a los oficiales locales. Cada uno de nosotros se enfrenta con el reto de decidir cómo vamos a votar.
Esta es una gran oportunidad para que nosotros recordemos el deber de los miembros laicos de la Iglesia al participar en el proceso político.
En el Evangelio de Mateo 22:21, cuando Jesús dice: “Devolver a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”, él está demostrando que tenemos responsabilidades tanto a Dios como a nuestra sociedad. En cierto sentido, cada Cristiano tiene doble nacionalidad - en nuestro país, y en el Reino de Dios.
La primera carta de San Pedro, capítulo 2, dice: “Sométanse a toda institución humana por causa del Señor, ya sea al rey o a los gobernadores... Den honor a todos, amen a la comunidad, teman a Dios, respeten al rey.”
En la Iglesia, muy a menudo oímos acerca de servir a Dios. Pero ¿con qué frecuencia pensamos en nuestra responsabilidad Cristiana para servir a nuestro país? Consideremos cuál es la actitud Católica apropiada hacia la política y el gobierno y cual no es:
En primer lugar, no es patriotismo ciego, donde glorificamos tanto a nuestro país que el Reino de Dios se identifica con los Estados Unidos. La nación no es Dios. La nación está bajo Dios. Somos hijos de Dios antes de ser ciudadanos del estado.
En segundo lugar, no es una separación de fe y política. La política y la religión no son dos ámbitos completamente aisladas. Nuestra fe Católica enseña que todas las decisiones políticas deben tener un componente moral.
En tercer lugar, nuestra fe no es un escape del mundo, donde todos los creyentes puros y santos se aíslan en un compuesto en alguna parte, intactos de esta sociedad impura.
En cambio, la actitud Católica apropiada hacia la política y el gobierno es un compromiso activo. Participamos, evaluamos críticamente, retamos, y pedimos cuentas. Impregnamos y transformamos el mundo para Cristo. Traemos la semilla de la verdad Cristiana a dar buenos frutos en el orden social.
Un gran escritor Católico en el tercer siglo escribió en su Carta a Diogneto (Letter to Diognetus), “Lo que es el alma al cuerpo, que sean los Cristianos al mundo.”
Nuestros Obispos Católicos de los Estados Unidos enseñan en el documento titulado Responsabilidad Política, “Necesitamos más, no menos, la participación publica…La clave para una renovación de la vida pública es la de reorientar la política para reflejar mejor la búsqueda del bien común y una compromiso claro por la dignidad de cada persona”.
De acuerdo con nuestra teología Católica de la administración, como buenos administradores debemos asumir la responsabilidad de cuidar bien lo que ha sido encomendado a nosotros, y luego pasársela a la siguiente generación mejor que como lo encontramos. Este principio aplica a nuestra participación en cuestiones de política y el gobierno.
uestra participación en cuestiones de política y el gobierno. Tal vez es hora de que cada uno de nosotros hagamos un poco de “revisión de nuestra corresponsabilidad.” A medida que nos acercamos a las elecciones de noviembre de este año, hagámonos todos un breve examen de conciencia con respecto a nuestra propia realización de nuestras responsabilidades como buenos ciudadanos. Aquí hay algunas preguntas que nos debemos hacer: