Un mundo que está cansado por la violencia, el terrorismo y la división tomó un respiro refrescante de alegría, el 4 de septiembre de 2016. En ese día, la Madre Teresa de Calcuta fue canonizada por el Papa Francisco como una santa de la Iglesia Católica. Ella era una de las mujeres más conocidas del siglo 20, y su historia de vida es digna de celebración.
No sólo los Católicos, pero gentes de muchas diferentes religiones, la consideran una santa de nuestro tiempo. Por su servicio sencillo y humilde a los pobres en los barrios bajos olvidados de Calcuta, se convirtió en una estrella de rock de la santidad.
Con el nombre de Gonxha (Agnes) Bojaxhiu, ella nació en 1910 a una familia de etnia albanesa en Skopje, en lo que entonces era el Imperio Otomano. Desde entonces se ha convertido en parte del país de Macedonia.
Ella no nació en una familia pobre. Su padre era socio de una empresa de construcción muy exitosa. Después de que él murió repentinamente cuando Gonxha tenía 7 años, ella y sus hermanos fueron criados por su madre viuda. Su educación incluyó la participación regular en su parroquia Católica local. Siempre que venían los pordioseros a la puerta, su madre nunca los dejaba ir con hambre. Ella les dijo a sus hijos que estas personas, también, eran sus hermanos y hermanas.
A los 18 años de edad, Gonxha viajó a Dublín, Irlanda, para entrar en una comunidad religiosa de las mujeres conocidas como las Hermanas de Loreto. Sus superiores le enviaron al noviciado en Darjeeling, India, en 1929. Hizo su primera profesión de votos religiosos como una Hermana de Loreto en 1931 en Darjeeling. En ese momento, su nombre se convirtió en María Teresa.
Su primer destino como una hermana era enseñar historia y geografía en la escuela secundaria para niñas en Calcuta, donde los estudiantes eran las hijas de indios ricos. Ella continuó sirviendo en esta escuela por 17 años en la comodidad de estabilidad y rutina. Esta era una vida hermosa, apacible, y santa, sin embargo, Dios tenía otros planes para Teresa.
El 10 de septiembre de 1946, mientras iba en un tren de Calcuta a Darjeeling para su retiro anual, recibió una fuerte inspiración divina, la cual se refirió como su “llamada dentro la llamada.” Ella dijo: “Escuché la llamada de renunciar todo y seguir a Cristo en los barrios pobres y de servirlo entre los más pobres de los pobres”.
Posteriormente, solicitó y obtuvo autorización para establecer una nueva comunidad religiosa llamada las Misioneras de la Caridad. El 17 de agosto de 1948, se vistió por primera vez en un sari blanco con bordes azules, que con el tiempo se convirtió en el hábito oficial de la nueva comunidad de hermanas. Ella comenzaba cada día en comunión con Jesús en la Misa Católica, luego se iba a servirle a Él en los no deseados y en los no amados en las calles de Calcuta.
En poco tiempo, se unieron a ella, una por una, sus alumnas de anterior. Las Misioneras de la Caridad pronto creció a una comunidad mundial, siempre tratando de vivir y servir a los más pobres entre los pobres. Ahora tienen comedores, hogares para los moribundos, refugios para huérfanos, clínicas para leprosos, y centros para alcohólicos. Ministran a los enfermos, los ancianos, las personas de la calle, ex-prostitutas, y los más olvidados y abandonados.
Cuando la Madre Teresa recibió el Premio Nobel de la Paz en 1979, usó el premio monetario para servir a los pobres en la India. Cuando murió el 5 de septiembre de 1997, se le dio el honor sin precedentes de un funeral de Estado por el gobierno de la India. El carro fúnebre en la cual se transportó su cuerpo había sido utilizado sólo para los funerales de Mahatma Gandhi y Jawaharlal Nehru, dos grandes líderes políticos de la nación India.
Un pasaje de la Escritura que se convirtió en un tema central de su vida fue la expresión de Jesucristo en la cruz en Juan 19:28: “Tengo sed.” Ella escribió: “Cuanto más nos acercamos a Jesús, mejor conoceremos su sed.” En las Constituciones oficiales de las Misioneras de la Caridad, ella puso este principio fundamental, el cual se convirtió en la declaración que rigió su misión: “La razón de nuestra existencia es para saciar la sed de Jesucristo. Cuando el pidió agua, el soldado le dio de beber vinagre - pero su sed era por amor, por las almas, para ti y para mí.”
En las capillas de las Misioneras de la Caridad por todo el mundo, colocan esas mismas palabras de Jesús en la pared al lado del crucifijo: “Tengo sed.” La ocasión de la canonización de la Madre Teresa de este año es una oportunidad para que todos los cristianos escuchemos más atentamente a la sed de Jesús y respondamos con todo nuestro corazón.
Otro pasaje de la Escritura que es clave para poder comprender a la Madre Teresa es Mateo 25:40, donde Cristo dice: “Lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron.” Este pasaje del Evangelio fue la base de la convicción de la Madre Teresa que, al tocar los cuerpos rotos de los pobres, estaba tocando el cuerpo de Cristo. Su servicio se dirigía a Jesús mismo, a quien consideraba estar ocultado en el penoso disfraz de los más pobres entre los pobres.
Después de la muerte de la Madre Teresa, sus escritos personales revelaron un hecho sorprendente de su vida interior. A través de sus muchos años de servicio a los pobres, ella experimentó un anhelo profundo, doloroso por el amor de Dios. Llamó a su experiencia interior “la oscuridad.” Esta “dolorosa noche” del alma revela que su profunda fe en Dios no se basa en sentimientos o señales tranquilizadoras de que Él estaba con ella. A través de su oscuridad, ella participó de la sed de Jesús, en su anhelo ardiente de amor, y en la desolación de los pobres.
La Madre Teresa era como un icono viviente del Buen Samaritano. Todos nosotros podemos aprender de su ejemplo. Ella nos recuerda a abrazar a los pobres y los sufridos, en lugar de evitar la interacción con ellos. Dijo que el mayor mal es la indiferencia hacia el prójimo que sufre. Cuando una persona está sufriendo, aunque sea una pequeña cantidad de bondad puede hacer toda la diferencia en el mundo. Ella dijo: “No es la magnitud de nuestras acciones, sino la cantidad de amor que se pone en ellos, lo que importa.”
A medida que la ocasión de su canonización nos recuerda el legado de la Madre Teresa, yo recomendaría a todas las personas de buena voluntad el abrir los ojos hacia los que nos rodean y que están sufriendo, los que están solos y olvidados, y extenderles un gesto de bondad y compasión. En sí mismos, estos pequeños actos de amor no lograrán la paz mundial, pero cada uno mueve nuestros corazones en la dirección correcta.