Ya, por ahora, estamos a medios del verano. El verano es una oportunidad que podría ser utilizado bien o podría ser desperdiciado. Para muchos, trae una oportunidad acogedora para unos días de vacaciones y de viaje. El tomar una quebrada para un pequeño cambio de ritmo nos puede ayudar a evitar el agotamiento, y también puede enriquecer la calidad de nuestra vida. En este artículo me gustaría explorar algunas ideas para el verano que están arraigadas en nuestra fe Católica.
Familia Con un poco de planificación, el verano puede convertirse en una ocasión para invertir en tiempo de calidad con miembros de la familia. Vínculos de amor y comprensión se construyen a través de los recuerdos compartidos de reuniones familiares.
Estos momentos son extremadamente valiosos para todas las edades. Los miembros más jóvenes adquieren un sentido más profundo de pertenencia, y los ancianos pasan la historia y tradiciones familiares. La familia es el componente básico de la sociedad. Es la iglesia doméstica, donde se forma un buen carácter y la fe se transmite de una generación a la siguiente. El verano es una gran oportunidad para renovar los vínculos familiares importantes.
Creación Cuando pasamos tiempo al aire libre, es una oportunidad para glorificar a Dios el Creador en el mundo natural que ha creado. Ya sea que pasamos una noche tranquila en el patio trasero, o hacemos un viaje a un parque nacional, podemos ver un reflejo de la gloria divina en la belleza de la creación. Dios nos bendice con gloriosas obras de arte cuando tomamos el tiempo para notar los colores de la puesta de sol, escuchar el canto de los pájaros, y observar el poder de una tormenta de verano rodando a través del paisaje.
Deportes de verano Los deportes no sólo proporcionan diversión y la relajación, sino que también nos ayudan a tomar la responsabilidad de cuidar nuestros cuerpos. A través de los deportes de verano construimos el espíritu de comunidad y hacemos nuevos amigos. Crecemos a través de trabajar como equipo y un espíritu sano de competencia.
El Papa Juan Pablo II muy a menudo habló en cuanto como nuestra participación en deportes puede ayudarnos a crecer en la virtud. Él recomendó que el deporte debería ser “acompañado con moderación y la formación en la autodisciplina. Muy a menudo se requiere también un buen espíritu de equipo, una actitud de respeto, el aprecio de las cualidades de los demás, la deportividad honesta, y humildad para reconocer las propias limitaciones.”
Leer durante el verano Un ritmo más lento de la vida durante el verano a veces puede permitirnos la oportunidad de pasar más tiempo leyendo. Recomiendo ir más allá de los periódicos, revistas y medios de comunicación social, escogiendo un libro bueno y sólido que nos ayuda a integrar nuestra fe y nuestra vida. Por supuesto, la Biblia es esencial. Un excelente proyecto de verano sería leer por completo uno de los Evangelios o una de las cartas de San Pablo.
Para quienes les gustaría leer un libro clásico espiritual Católico, recomiendo cualquiera de los siguientes: San Agustín:
Confesiones, Tomás Kempis:
La Imitación de Cristo, San Francisco de Sales:
Introducción a la Vida Devota, Hermano Lorenzo de la Resurrección:
La Práctica de la Presencia de Dios, Santa Teresita del Niño Jesús,
Historia de un Alma, y Jean-Pierre de Caussade:
El Abandono en la Divina Providencia.
Algunos autores más contemporá- neos que recomiendo serían el Papa Francisco, C. S. Lewis, G. K. Chesterton, Matthew Kelly, el Obispo Robert Barron, Jennifer Fulwiler, Thomas Merton, e Ignacio Larrañaga.
Viajar Viajar durante el verano nos da la oportunidad de ampliar nuestra mente y mejorar nuestra comprensión de los diferentes lugares y culturas. Cuando se visita un nuevo lugar, es mucho más enriquecedor si tomamos el tiempo para aprender acerca de las condiciones de vida allí, los desafíos de la economía local, la historia del lugar, el patrimonio artístico e histórico, o incluso algo del idioma local.
El manejar largas distancias con la familia y amigos nos pone en una situación para llegar a conocerse mejor al compartir nuestros pensamientos, sentimientos y sueños. Las vacaciones de verano proporcionan momentos oportunos para escuchar con más atención a lo que está pasando en la vida del otro y compartir desde el corazón.
Nuestros viajes también nos permiten servir como embajadores de la fe, no importa a dónde vamos. Por la forma en que tratamos a los extranjeros con quien nos encontramos, podemos traerles el amor de Cristo. En la manera en la cual se presenta uno mismo, la forma en que practicamos las virtudes, y las palabras que elegimos, podemos dar testimonio de nuestra fe a lo largo de nuestro viaje. Si hacemos esto, vamos hacer un impacto positivo en las personas que encontramos.
Oración El verano no debería ser unas vacaciones de Dios. Una parte fundamental de ser Católico es el de participar activamente en la misa del domingo durante todo el año. No es difícil encontrar la misa cuando vamos de viaje, especialmente si tomamos ventaja de una herramienta técnica en línea como masstimes.org, que también ofrece un servicio automatizado para búsqueda de cualquier parroquia llamando al 1-858-207-6277.
En una de sus audiencias generales de los miércoles en el 2004, el Papa Juan Pablo II habló de la importancia de la oración del verano: “En realidad, es sólo en el silencio que los seres humanos pueden escuchar en su más íntimo ser la voz de Dios que en verdad los libra. Las vacaciones pueden ayudar a la gente a redescubrir y cultivar esta dimensión interior indispensable de la vida humana.”
La ley sabática Éxodo 34:21 dice: “Seis días trabajarás, y al séptimo día descansarás.” Dios nos da la ley del sábado para que hagamos tiempo para tener suficiente descanso, culto, y tiempo de calidad en nuestras relaciones. La espiritualidad del sábado nos recuerda que Dios está en control, y que el trabajo no es todo. Nos ayuda a construir en nuestras vidas tiempo para descanso y reflexión. Esta misma espiritualidad informa a nuestra práctica de tomar vacaciones.
Jesúcristo mismo tomó el tiempo para escapar y descansar con sus amigos. En un momento cuando notó que sus Apóstoles estaban particularmente ocupados, les dijo en Marcos 6:31, “Salgan ustedes solos a un lugar desierto para descansar un rato.” Todos haríamos bien en escuchar su consejo.