O Dios misericordioso, Dios de la luz y de la paz,
te pedimos por todos los inmigrantes fallecidos trágicamente
en su intento de acceder a una mejor vida en una nueva tierra.
Tú nos dijiste que la muerte no es el final del camino.
Que aunque morimos no somos carne de un ciego destino.
Tú nos hiciste, tuyos somos. Nuestro destino es vivir,
siendo felices en la eternidad contigo, sin padecer ni morir.
Te presentamos el grito de tantos hombres,
mujeres, jóvenes y niños que en la desesperación de la tragedia
han enterrado sus sueños y sus esperanzas en los trayectos migratorios.
Llenos de confianza, te rogamos para que tu luz perpetua los ilumine siempre
y para que encuentren la paz en tu presencia.
Te pedimos también por sus familias.
Que tu amor los acompañe y los consuele en su dolor.
Y derrama sobre todos nosotros
la gracia y la fortaleza de tu Espíritu Santo,
para que sepamos construir un mundo de fraternidad y justicia,
sin exclusión de nadie.
Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.